Mi adorado gigante
Muchas veces me desvelaba esperándolo, muchas otras deseaba que todo terminara. Tengo recuerdos muy claros de cuando en las noches sobre todo los fines de semana o fiestas en particular él solía llegar tarde con unas cuantas copas en el cuerpo y comenzaba la esperada función. Yo con mis 4 años siempre me sentaba en primera fila a ver como aquel hombre de los zapatos gigantes se destruía día a día y con ello a toda la familia. Como ya era de costumbre comenzaba con el bocinazo despertando creo yo a todos los vecinos, era cuando en ese entonces con mis hermanos mayores lo tenían que entrar a rastras, luego comenzaba a hacer ruidos fuertes en la cocina y un sin fin de improperios a mi madre, luego ya cuando todos estábamos en pie, teníamos que escuchar hasta la madrugada los descargos que siempre eran los mismos. En fin se estaba matando día a día y lentamente mataba a su familia. Era casi normal para mi verlo en ese estado pensaba que eso sucedía con todos los gigantes pero estaba tan equivocada. Con el paso de los años fui creciendo y comprendiendo, pero no podía creer que ese hombre que hasta el día de hoy es mi ídolo no se quisiera ni un poquito.
Una tarde de otoño le detectaron la peor enfermedad que le pueden decir al ser humano, que del solo hecho de pensarlo y recordarlo me angustio “cáncer”. Una mañana en ese frió pabellón mi padre casi perdió la vida, casi por milagro se salvó, yo pensé de inmediato que Dios lo debía querer mucho que era tan buen ser humano que le estaba regalando otra oportunidad para empezar de cero, fue entonces cuando comprendí que no me podía imaginar la vida sin él que me moriría si me faltaba algún día, pero gracias a Dios y a la fortaleza de mi gigante que ahora ya no parecía tan gigante para mis ojos, salió del riesgo que lo tenía inundado en una profunda depresión. Pobre papá parecía un bebé, mi madre que con el sudor de su frente lo cuidaba día a día, le daba de comer, lo limpiaba, lo acompañaba, en sus ojos podía ver todo lo que lo amaba y que si fuese necesario ella se hubiese puesto en su lugar para no verlo sufrir ni verlo llorar como un sin fin de veces lo hizo mi madre, si yo creo que hasta una medalla hubiese ganado en tener el corazón más noble del mundo. En fin ese día lo llevamos de regreso a casa ya no con el mismo aspecto ni el mismo peso que él tenia antes, pero lo teníamos de vuelta.
Al parecer se comenzaría a escribir una nueva historia, ahora basada y fundada en el amor y la comprensión, pero lamentablemente eso sólo duro un par de años, porque el gigante nuevamente recuperaba fuerzas y comenzaba a destruirse nuevamente con más fuerza de la de antes, cada día que pasaba se deterioraba más y más. Todos los pájaros del nido volaron por rumbos diferentes pero sólo dos de los tres siempre llegaban de vez en cuando de regreso al nido, el gigante no comprendía que todos lo amaban y que todos sufrían con la situación, lamentablemente las personas alcohólicas son gente enferma, jamás reconocerán su error no se quieren ni quieren a su entorno, viven como aves en esta tierra, si bien el gigante era muy responsable con su trabajo, no lo era así con su persona ni familia. Ahora ya estoy por cumplir los 30 y aún sigo pidiéndole a Dios que mi padre dure mil años más y que no sea un día como los de siempre que se lo lleve en una irresponsable carrera como el acostumbra manejar cuando está ebrio.
Solo le pido a mi padre que cambie y que comprenda que él no está solo nos tiene a nosotros, a sus nietos y a su eterna enamorada, que día a día le pedimos al señor que haga recapacitar al hombre de los zapatos gigantes, mi querido padre.
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